lunes, 31 de diciembre de 2007

~Ilustra un artículo II : ¿Piensan los jóvenes?~

Autor: Jaime Nubiola
Profesor de FilosofíaUniversidad de Navarra
Fecha: 20 de noviembre de 2007
Publicado en: La Gaceta de los Negocios (Madrid)
"La impresión prácticamente unánime de quienes convivimos a diario con jóvenes es que, en su mayor parte, han renunciado a pensar por su cuenta y riesgo. Por este motivo aspiro a que mis clases sean una invitación a pensar, aunque no siempre lo consiga. En este sentido, adopté hace algunos años como lema de mis cursos unas palabras de Ludwig Wittgenstein en el prólogo de sus Philosophical Investigations en las que afirmaba que "no querría con mi libro ahorrarles a otros el pensar, sino, si fuera posible, estimularles a tener pensamientos propios". Con toda seguridad este es el permanente ideal de todos los que nos dedicamos a la enseñanza, al menos en los niveles superiores. Sin embargo, la experiencia habitual nos muestra que la mayor parte de los jóvenes no desea tener pensamientos propios, porque están persuadidos de que eso genera problemas. "Quien piensa se raya" -dicen en su jerga-, o al menos corre el peligro de rayarse y, por consiguiente, de distanciarse de los demás. Muchos recuerdan incluso que en las ocasiones en que se propusieron pensar experimentaron el sufrimiento o la soledad y están ahora escarmentados. No merece la pena pensar -vienen a decir- si requiere tanto esfuerzo, causa angustia y, a fin de cuentas, separa de los demás. Más vale vivir al día, divertirse lo que uno pueda y ya está. En consonancia con esta actitud, el estilo de vida juvenil es notoriamente superficial y efímero; es enemigo de todo compromiso. Los jóvenes no quieren pensar porque el pensamiento -por ejemplo, sobre las graves injusticias que atraviesan nuestra cultura- exige siempre una respuesta personal, un compromiso que sólo en contadas ocasiones están dispuestos a asumir. No queda ya ni rastro de aquellos ingenuos ideales de la revolución sesentayochista de sus padres y de los mayores de cincuenta años. "Ni quiero una chaqueta para toda la vida -escribía una valiosa estudiante de Comunicación en su blog- ni quiero un mueble para toda la vida, ni nada para toda la vida. Ahora mismo decir toda la vida me parece decir demasiado. Si esto sólo me pasa a mí, el problema es mío. Pero si este es un sentimiento generalizado tenemos un nuevo problema en la sociedad que se refleja en cada una de nuestras acciones. No queremos compromiso con absolutamente nada. Consumimos relaciones de calada en calada, decimos "te quiero" demasiado rápido: la primera discusión y enseguida la relación ha terminado. Nos da miedo comprometernos, nos da miedo la responsabilidad de tener que cuidar a alguien de por vida, por no hablar de querer para toda la vida". El temor al compromiso de toda una generación que se refugia en la superficialidad, me parece algo tremendamente peligroso. No puede menos que venir a la memoria el lúcido análisis de Hannah Arendt sobre el mal. En una carta de marzo de 1952 a su maestro Karl Jaspers escribía que "el mal radical tiene que ver de alguna manera con el hacer que los seres humanos sean superfluos en cuanto seres humanos". Esto sucede -explicaba Arendt- cuando queda eliminada toda espontaneidad, cuando los individuos concretos y su capacidad creativa de pensar resultan superfluos. Superficialidad y superfluidad -añado yo- vienen a ser en última instancia lo mismo: quienes desean vivir sólo superficialmente acaban llevando una vida del todo superflua, una vida que está de más y que, por eso mismo, resulta a la larga nociva, insatisfactoria e inhumana.De hecho, puede decirse sin cargar para nada las tintas que la mayoría de los universitarios de hoy en día se consideran realmente superfluos tanto en el ámbito intelectual como en un nivel más personal. No piensan que su papel trascienda mucho más allá de lograr unos grados académicos para perpetuar quizás el estatus social de sus progenitores. No les interesa la política, ni leen los periódicos salvo las crónicas deportivas, los anuncios de espectáculos y algunos cotilleos. Pensar es peligroso, dicen, y se conforman con divertirse. Comprometerse es arriesgado y se conforman en lo afectivo con las relaciones líquidas de las que con tanto éxito ha escrito Zygmunt Bauman.Resulta muy peligroso -para cada uno y para la sociedad en general- que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos -como aspiraba Wittgenstein- a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar."












miércoles, 19 de diciembre de 2007

~Retratos~


María Rosa González, mi compañera de piso, triste.


Mª Rosa alegre.



Mª Rosa indiferente.


Isabel Sumelzo, estudiante de Periodismo de la Universidad de Navarra.



Isabel, empleada en el servicio de admisión de la Universidad de Navarra.


Isabel, actriz aficionada que participa en grupos de teatro universitarios.

Isabel Sumelzo Pujol es estudiante de Periodismo, en sus ratos libres colabora con Diario de Navarra haciendo reportajes para los suplementos y también trabaja en una revista de empresas navarras para conseguir algo más de dinerillo. En su tiempo libre se dedica al teatro en varios grupos de la Universidad. "Porque me gusta mucho actuar y me lo paso bien con la gente", dice. Además también hace cursos por internet de flash o de photoshop porque le gusta saber utilizar ese tipo de programas de diseño. Junto con todo, Isabel trabaja, desde noviembre y cuatro horas a la semana, en el servicio de admisión de la Universidad de Navarra.

¿Por qué decidió trabajar?
Porque este año tenía mucho tiempo libre y además ganaba algo de dinero y así no tengo que estar pidiendo siempre a mis padres.

¿Ha trabajado antes en un lugar parecido?
Nunca había trabajado antes en un centro de llamadas y tampoco informando a gente, como hago en el servicio de admisión de la Universidad.

¿Cómo se enteró de que podía trabajar allí?
Por la bolsa de trabajo de la Universidad que recibo en el mail, bueno, ahora ha cambiado y en vez de que las ofertas lleguen por mail se publican en una página web.

¿Por qué allí y no otro sitio?
Decidí coger ese trabajo porque no suponía mucho esfuerzo, podía elegir el horario y era dentro de la Universidad, por lo que si algún día no puedo ir por un examen o una clase obligatoria, lo entienden más que si trabajara en otro lado.

¿Qué tareas desempeña?
Recibo llamadas de gente que se quiere informar para entrar en la Universidad y paso recados a los encargados de las diferentes áreas de la Universidad como puede ser la admisión de alumnos internacionales o las visitas de colegios a las facultades.

¿Hay algo que no le guste del trabajo?
Algunas de las personas que llaman no se dejan informar bien o no te tratan bien cuando les hablas.

¿Algo que le guste?
Me gusta cuando le resuelvo bien las dudas a alguien y me da las gracias.

Y, ¿alguna vez ha tenido que aguantar alguna discusión con algún "cliente"?
Sí, una vez un señor decía que había una fecha concreta en la que se darían los resultados de los exámenes de admisión, cuando en realidad no lo hay y no hubo manera de que me creyera.

¿En qué época está más atareada?
Después de los exámenes de admisión (en febrero y junio), porque es cuando llaman más los padres para saber cuando darán los resultados.

Seguro que tiene alguna anéctoda interesante que contar...
El trabajo consiste en coger el teléfono y pasar llamadas a otras extensiones. El primer día que cogí el teléfono le colgué a un pobre señor inglés (al que ni siquiera entendía qué quería) cuatro veces hasta que no sé si conseguí pasarle bien a la extensión que necesitaba o él se cansó de llamar y decidió esperar a que la telefonista patosa se fuera de su puesto.

¿Alguna vez ha pensado en dejar de trabajar?
No, porque está muy bien. Mientras estás en la oficina puedes estar en internet, estudiando o haciendo otros trabajos. Muchos días ni llaman por lo que puedo estar haciendo cosas de la carrera que podría hacer en casa sin cobrar.

Y cambiando de tema, parece ser que en sus ratos libres se entretiene actuando...
Sí, practico teatro desde pequeña porque en mi colegio había clases, luego en el grupo de catequesis también hicimos un grupillo y actuábamos en festivales benéficos.
Cuando llegué a la Universidad el primer año no hice porque pensé que me quitaría mucho tiempo pero cuando ví que no era tanto, en segundo me metí dentro del grupo GABOT, así que llevo cuatro años haciendo teatro universitario.

Eso es bastante tiempo, ¿en qué grupos ha estado?
He estado en tres. Empecé en GABOT, pero el año pasado me pidieron que ayudara en el grupo de Larraona (porque ahí no tienen chicas), por lo que no participé en la obra que preparaba mi grupo, bueno,... hice de público que se levanta y grita un frase, pero la verdad es que no sé si eso se puede considerar ser parte de una obra. Este año he participado en el musical Mary Poppins que preparaba el grupo Mutis por el Foro, porque el director es mi amigo y me pidió el favor que yo hice encantada.

Y, ¿piensa dedicarse al teatro?
No, porque aunque me gusta muchísimo y pienso seguir actuando después de la universidad, yo nunca me he planteado ser actriz. Estudio periodismo y es a lo que me quiero dedicar. El teatro me ayuda para saber manejarme delante de un micrófono o de una cámara sin vergüenza, así como a saber improvisar cuando las cosas no salen tal y como estaban planeadas.

¿Ha habido alguna que no le haya gustado?
La que menos te ha gustado: creo que todas me han gustado muchísimo, porque si decides hacer una obra es porque te gusta. Después de miles de ensayos, le coges tanto cariño al personaje que es casi imposible no disfrutar en escena. Tal vez en la que peor lo pasé fue en una que hice de pequeña en la que hacía de duende atrapado en una torre. Uno de los personajes tenía que lanzar una pelota dentro de la ventana en la que yo estaba pero al tirarla destrozó la ventana por lo que pasé toda la obra con los brazos en alto sujetando la ventana. Fue la obra más larga de mi vida.

Y, ¿cuáles son las obras con las que más ha disfrutado?
He disfrutado con todas: desde hacer de muerta que cae de un armario cuando abren la puerta hasta cantar haciendo de la Señora Banks en "Mary Poppins", pero creo que el personaje que más me ha gustado es el de Penny Sycamore en "Vive como quieras". Se trataba de una señora que vivía en su mundo y era muy divertido hacer de ella. Además salía muy poco de escena por lo que tuve que aprender a estar mucho tiempo en el escenario aunque no dijera nada, cosa que me parece muy difícil porque tienes que saber aguantar en escena sin parecer un bulto pero sin quitar protagonismo a la persona que está hablando.