martes, 9 de octubre de 2007

~Kinderlianos vs. Marines Espaciales~

-¡Señor, señor! ¡Tengo algo muy urgente que contarle!
-Déjame ahora, por favor, que estoy muy ocupado.
-No señor, créame que no será tan importante como lo que le tengo que decir -insistió el acalorado muchacho.
-A ver, ¿qué ocurre ahora Mora?- el jefe cedió a lo que parecía que iban a llegar a ser súplicas.
-¡¡¡Nos invaden!!! -gritó el pequeño Mora, desencajándosele la mandíbula.
-¿Otra vez bromeando? -rió, para no mostrar su preocupación.
-¡¡No, no, no, no!! Es en serio señor, el mono loco Malvo lo está contando por todo el pueblo.
-¿Qué? ¿Y todo el mundo le hace caso? ¡Si está loco! –volvió a reír de manera descontrolada, aliviándose de la tensión que había acumulado su cuerpo en unos segundos.
-Esta vez no, señor. Malvo nos ha contado que esta mañana se ha ido al bosque a coger algunas ramas para hacer fuego en la chimenea, y que de repente oyó un ruido. Al principio pensó que había sido él, por haber pisado algo en el suelo que crujió. Pero pasó un rato y volvió a oír algo, eran dos personas que estaban hablando. Fue a acercarse para saludar a los que pensaba que eran sus amigos, pero pudo ver perfectamente que no eran como nosotros, los kinderlianos. Vestían con ropas muy oscuras, algo impensable en nuestro país, y llevaban calaveras en palos. Al principio pensó que eran caníbales, pero acto seguido se quitó la idea de la cabeza, ya que, ¿quién iba a querer comernos?
-Sí, sí… todo esto es muy interesante, pero ve al grano, por favor –empezó a irritarse Manolo.
-Pues les oyó decir que nosotros somos muy débiles y que para la próxima noche vendrían a por nosotros. Malvo pensó que igual querían darnos una sorpresa, que igual nos iban a recoger para dar una fiesta en su campamento…
-¿Qué campamento!- le cortó.
-Pues en el que están asentados, señor.
-¡No puede ser! Se lo debe de haber inventado.
-Le vuelo a repetir señor, que es cierto. Verdi, Blue y yo nos hemos asomado a la cima del monte Chocoleche y hemos comprobado que lo que el mono decía no era una locura.
-A ver, - suspiró lentamente- dime qué más vio ese mono portador de malas noticias.
-También ha dicho que se desilusionó cuando comprendió que esos hombres no estaban aquí para ser nuestros amigos y que por lo tanto no le invitarían a comer algo en la taberna. Creo que lo siguiente que dijo fue que iban a atacarnos para apoderarse de nuestras tierras, y que unos marcianos como nosotros no debían haber sido creados nunca.
-¿Marcianos! Pero, ¿qué se creen esos humanos feos? Nosotros los invadiremos a ellos, ¡es inadmisible la hospitalidad con esta clase de intrusos!
-¡Eso es, señor! ¿Así que le digo a todo el mundo nuestro plan?
-¡Sí, eso es, nuestro plan! Les derrotaremos.

Mora se dispuso a marchar en dirección contraria a la casa del jefe del poblado, pero se dio cuenta de una cosa:
-Perdone señor.
-¿Qué pasa? Estoy preparando mis escudos de goma.
-Es que, me dirigía a avisar a la gente del plan, pero… ¿cuál es el plan, señor?
-Cierto… Será mejor que primero convoques de mi parte una asamblea con Los Siete Valientes.
-Muy buena idea, señor. Dentro de una hora los tendrá esperando en su jardín.

Mora fue rápido hacia la aldea, ya que el jefe Manolo vivía más alejado de allí, para que los kinderlianos no le molestaran continuamente con preguntas, que tenían que resolver por sí solos, si lo que querían era avanzar a la par de los demás pueblos de Kinderlandia. Pero por el camino se encontró con algunos amigos y se quedó a hablar con ellos, se le hizo un cuarto de hora tarde, así que continuó en la búsqueda de Los Siete Valientes. Se volvió a parar media hora, ya que su madre le obligó a merendar. Salió de casa, y todavía tenía que encontrar a todos los integrantes del magnífico grupo de héroes, así que estiró de los pelos por tener siempre la virtud de no ser puntual, y todo lo rápido que pudo buscó por toda la aldea a los siete convocados.

Media hora más tarde se juntaron todos en el jardín del jefe Manolo. Estaban Astérix, Obélix y el Cantautor; Verdi, Vago, Mora y Cuernos de Acero. Escucharon las indicaciones que les dio Manolo y no hubo preguntas:
-¿Ha quedado todo claro?
-¡Sí! –gritaron al unísono.



Nada más terminar la reunión, Astérix llamó a las Fuerzas Aéreas Kinderlianas. Llegaron de inmediato. Tenían que unir fuerzas con el máximo número de habitantes de Kinderlandia. Cuernos de Acero fue a hacer estiramientos antes del ataque sorpresa, acompañado de los hombres del pueblo.
-Uno, dos, tres… ¿Ya está? ¿Así vais a combatir contra esos feos humanos? Haced diez flexiones más, camaradas.

Mientras tanto, el Cantautor practicaba con la banda el canto de guerra. Y Obélix fue directo a la tienda de Panorámix para ser rechazado por milésima vez, nunca bebería de la pócima mágica. Pero, ¿dónde estaban Verdi y Mora? Ah, sí… Ellos fueron a avisar a sus respectivas madres.



Al otro lado del valle, en el campo de entrenamiento de los Marines Espaciales, no se esperaban tan heroica maniobra por parte del diminuto pueblo. Pero no les costó mucho ponerse manos a la obra, y cubrir las almenas desgastadas del viejo castillo de las Princesas Sonrientes.



Ambos bandos se dispusieron en filas, detrás de los miembros del cuartel general. El capitán del pequeño pueblo kinderliano era el estupendo y más valiente de todos, el rey de la jungla, que no formaba parte de Los Siete Valientes, porque era aún mejor que ellos. El capitán Red-in estaba listo para cumplir el plan del jefe Manolo. Gastarían todas sus fuerzas y se quedarían sin energías antes de que los Marines Espaciales invadieran su territorio y se llevaran a sus mujeres e hijos.



En el otro bando, el cuartel general de los Marines Espaciales empezó a creer que el grupo de habitantes, al que creían débil, era más numeroso de lo estimado antes de llevar las tropas a aquel país. Sin embargo, la suerte estaba echada, los dados de la suerte auguraban un final inesperado, pero el mariscal Helbrech no se atragantó con futuros inciertos.
















La oca Ocarina dio el primer aviso, cantó y Los Siete Valientes, junto al capitán Red-in, fueron lentamente hasta el límite del valle e hicieron salir del bosque a los temidos Marines. Los cuatro hombres que encabezaban el pequeño ejército se descubrieron.
-¡Oh!, sí que son feos –susurró el Cantautor.
-Chisss… -le indicó Verdi que se callara, poniendo un dedo sobre la boca.
-Bueno -dijo el capitán Red-in-, creo que lo mejor en este caso será que vayamos todos a la taberna y os invitemos a algo de comer, estaréis hambrientos. Luego, si queréis, pelearemos por esta tierra tan agraciada y fértil.
-Me parece bien –dijo el mariscal Helbrech, frotándose la tripa cubierta por una armadura de ceramita-. Sí es verdad que tenemos ganas de comer algo, no probamos bocado desde esta mañana.
-Ya me parecía a mi, estáis muy flacos –interrumpió Obélix-. Los jabalíes de aquí os encantarán.
-Mmmm… Suena muy bien –exclamó el portaestandarte Klimt.



Y así fue. Todos los Marines Espaciales se reunieron a la noche con los aldeanos del pueblo Indomable, comieron, bebieron, cantaron y se olvidaron de la guerra por la conquista. Sin embargo, siempre recordarían aquella noche.


"Los pueblos pequeños con gran fortaleza"

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Buenas! No he tenido tiempo apenas para nada, y te prometo que cuando lo tenga, dedicaré profundamente a leerte ^^ ... pero parece cuanto menos un blog interesante, entre el primer post (que por cierto, las fotografías son tan expresivas como tu modo de reflejar tu punto de vista sobre la vida pasar), y el segundo que, viendo lo visto me ha recordado a alguna anécdota de estas de Pratchett, pues es curioso cómo resuelves la unión entre tus imágenes y tus palabras, la imaginación da su fruto gracias a que nos revelas unos posts enriquecidos de arte.

Me he alargado (y mira que no te he leído, porque lo que se dice leer, pues no). ;)

¡A seguir así!